Como evidencia su título, ¿Dónde está el espíritu?, fusiona dos de los grandes clásicos contemporáneos, ¿Dónde está la casa de mi amigo? de Abbas Kiarostami (1987) y El espíritu de la colmena de Víctor Erice (1973), creando un espacio virtual donde se dará el encuentro de los dos niños protagonistas, Ana y Ahmad.

“¿Dónde está el espíritu? es una reflexión sobre el cine hecha a partir de otro medio, el vídeo, lo cual permite apropiarse fácilmente de estas dos películas y operar desde su gramática, para desmontarlas y señalar directamente las relaciones que existían potencialmente entre ellas. Manoel de Oliveira dijo alguna vez que el cine es algo muy circular y absurdo, que tiene vida propia y no necesita espectadores. ¿Imagínate qué sucedería si se introdujera un espectador en el interior de ese ingenio oscuro? Es justo eso lo que se pone en escena en este vídeo. Se producen cosas inesperadas, un ‘milagroso’ encuentro entre Ana y Ahmad. La niña de ¿Donde está el espíritu? es una espectadora que no solo está frente a la película de Kiarostami, sino materialmente dentro de ella, es una intrusa que irrumpe en la acción. y de alguna manera se enuncia la muerte de un tipo de espectador tradicional, aquel que busca la empatía con los protagonistas. Parece que la empatía con los personajes de ficción ya no es posible, este nuevo espectador se sitúa en un lugar distinto, reclama nuevos espacios de proyección y, por supuesto, otro tipo de formas.” – Celeste Araújo.

“¿Dónde está el espíritu? re-descubre el leitmotiv de ambas películas y lo convierte en “argumento” propio: la llegada de Ana a la casa donde cree que habita Frankenstein y la particular odisea de casa en casa por parte de Ahmed para entregar el cuaderno a su amigo convergerán en un destino común. Remontando y manipulando los planos de ambos filmes, su director, consigue resultados altamente evocadores: la mirada de Ana se detiene en el rostro de Ahmed y viceversa; las diversas casas se convierten en un único espacio que adquiere tintes casi míticos, subrayados en el momento en el que por sobreimpresión los rostros de ambos niños se funden. Lo que en un primer momento podría parecer un mero ejercicio de homenaje cinéfilo adquiere, no obstante, gran envergadura discursiva por la multiplicidad de lecturas implícitas en las películas escogidas: la aventura mental de Ana asociada al viaje físico de Ahmed; lo imaginario confundido con la materialidad; dos películas que utilizan sus propios “efectos especiales” para conseguir “sus efectos naturales” y, por último, los fragmentos de las bandas sonoras que explicitan esta dualidad antagónica: “es usted joven, salga y vea la realidad” o “en el cine, todo es mentira, es un truco” son algunos de los apuntes que subrayan el carácter metadiscursivo del filme.”