La guerra, al menos desde el lado occidental, se ha profesionalizado. Un trabajo impecable y eficaz. Una ocupación laboral que requiere de una formación y pericia técnica. Quien la desarrolla ha de poseer un dominio sobre sus quehaceres y, supuestamente, autorregulación y ética «profesional». El cuerpo de marines de los Estados Unidos es uno de los ejemplos. Mitificado por el cine, los juegos, la televisión y demás medios de comunicación resulta como paradigma del soldado ejemplar, del profesional de la guerra.

«Las Fuerzas Armadas te ofrecen una profesión donde lo importante es la persona, el trabajo en equipo, la especialización y el espíritu de superación. Aquí no hay lugar para la rutina: aprenderás lo que es el compañerismo, la solidaridad y el servicio a la comunidad.» (Somos Soldados y Marineros. http://www.reclutamiento.defensa.gob.es)

Labor, la de guerrear, que ha cambiado su perfil histórico por el empresarial. Ya no se disimula, la guerra y los negocios van de la mano. Los mandos militares se han convertido en gerentes y empresarios que mueven mercancía o efectúan diversos servicios para sus gobiernos. Uno de estos servicios fue la toma de Falluja en Iraq. «Las fuerzas de EE.UU bombardearon escuelas y hospitales, francotiradores abatieron a civiles, se utilizaron armas químicas: fósforo blanco y napalm.» Masacre protagonizada por marines que realizaban su trabajo —tras una oración—. Como profesionales no saben de razones, ejecutan. Cuando los trabajadores del ejército golpean lo hacen de un modo eficaz, brutal pero sencillo, sin perder la moral, sin objetar nada, calmados bajo cualquier presión ética o moral, tal como lo hace cualquier ejecutivo de una multinacional. Solo reciben y ejecutan órdenes, aunque estas, según se han reconocido, lleven a «incumplir más de 70 artículos de la Convención de Ginebra».

Este es un documento está elaborado a partir de material «crudo» realizado por el único periodista permitido que provisionalmente estuvo en la red como souvenir para los marines (aproximadamente seis horas, directos de cámara sobre los cuales ocasionalmente habían añadido una capa de música clásica). En él se puede observar el punto de vista que los soldados americanos tienen de sí mismos. Quizás una mirada conocida a través de la ficción pero que, mediante la autenticidad de estas imágenes, desde dentro, desde su cotidiana, se convierte en denuncia.