La familia del artista no le comprende
La familia del artista no le comprende
La necesidad del individuo por dedicarse a la producción artística y la consecuente oposición de su familia a tal oficio, pueden conformar una dura realidad. Una lucha resuelta a través de un vídeo donde la frustración provoca ruptura con lo ya conocido, escrutando nuevos campos de expresión que la familia nunca verá, por salirse de la norma visual imperante.
«Desde luego que a mis padres no les gustó...»
Artista, en el pensamiento popular, es sinónimo de pobre, de loco, de trabajador sin sueldo o de vago con mucho cuento. La urgencia vital de dedicarse uno expresamente a la producción de arte es un tabú en una sociedad heredera de prejuicios de un pasado castrante, donde ser abogado, médico o arquitecto eran los oficios deseados para los hijos. Incluso es tabú la autodenominación de artista. Cuando alguien se presenta como artista, al menos en España, popularmente se piensa que uno se está presentando en un grado superior a lo que realmente hace. Incluso, con la legitimización institucional de esta profesión a través de la carrera universitaria de Bellas Artes no se ha conseguido erradicar estos conceptos en la opinión pública.
Dedicarse al arte es pues, una decisión radical, no solo económica sino social o, más íntimamente, familiar. De repente todos los miedos acumulados en el entorno doméstico sobre el crecimiento personal de ese/a hijo/a afloran. Juan Crego los presenta en esta pieza a través del audio mientras que en la imagen distorsiona electrónicamente elementos del hogar familiar con la mesa de efectos de la época. Los ruidos y deformaciones, tanto de la imagen como del sonido, ofrecen una exploración y experimentación plástica que apoyan el rechazo de los artistas por estas presiones. Aceleraciones del entorno, abstracciones producidas por el movimiento de la cámara, texturas electrónicas combinadas con susurros, pitidos y respiraciones, cada vez más ansiosas, ante la impotencia. La representación de una lucha interior entre lo programado y lo que realmente se quiere ser, representando «la soledad del artista incomprendido».